30.7.11

Viaje a Tecnópolis

El pasado jueves, como otros tantos miles de padres con sus hijos, partimos hacia Tecnópolis. Para comenzar, fue bastante difícil subirse a cualquier colectivo ya que venían repletos desde el sur. El tránsito por la Avenida General Paz también estaba totalmente colapsado. Evidentemente, éramos muchos los que íbamos a compartir una tarde en la megamuestra.
Al llegar (¡por fin!) nos unimos a la procesión que ingresaba. Conociendo de antemano la imposibilidad de ver todo y tratando de evitar de las kilométricas colas, la estrategia acordada fue entonces dar prioridad a la muestra estática -abundante- intercalando con algún pabellón con actividades o espectáculos.
Realmente disfrutamos mucho de la muestra. Me pareció excelente en su diseño, en su estética, en el concepto de su propuesta. El eje elegido, el rescate de los hitos y próceres tecnológicos argentinos propone una diferente y acertada mirada pensando en un país diferente al de otros modelos, esos que nos dicen que nuestro único horizonte es ser la carnicería y el granero del mundo.
La organización fue realmente otro fuerte punto a favor. El personal afectado siempre se mostró atento y servicial, respondiendo siempre a las demandas del público visitante, manteniendo todo en orden y previniendo amigablemente cualquier situación (como, por ejemplo, que mi hijo se trepe a lugares inadecuados...).
Por último, quiero destacar la masiva respuesta de la gente. Vi a muchas familias, a mucha gente humilde disfrutando a pleno del paseo. Preparados bien a lo "gasolero" llevando sus tupers con sándwiches, empanadas o simplemente tomando mate (algo que increíblemente en algunos otros paseos ¡está prohibido hacer!). En fin, todos disfrutando de una muestra de un nivel al que, en muchos de los casos, jamás hubiesen podido pagar para acceder. No faltará algún mediocre que diga: "claro, porque lo pagamos entre todos". Habrá que recordarle que la educación, la ciencia y la cultura no son gastos, son inversiones a largo plazo que, directa o indirectamente, son para bien de todos.
Dicen que habrá una muestra permanente y una especial anual.
En cualquiera de los casos, Tecnópolis, ¡volveremos!

Un flashback personal

Viejo arco de ingreso a la guarnición militar
Muchos sabrán que Tecnópolis fue montada sobre los viejos terrenos del Ejército Argentino en Villa Martelli. Las instalaciones militares fueron demolidas prácticamente en su totalidad, perdurando sólo algunas como el característico arco de ingreso sobre la Av. General Paz y el enorme taller de mantenimiento de los TAM -el pabellón "Orgullo Argentino" en la muestra-, entre otras.
¿Por qué comento esto? Bueno, resulta que en 1986, en las instalaciones del Batallón Logístico 10 -uno de los que funcionaba en esos terrenos- fue en donde cumplí con el difunto Servicio Militar Obligatorio. Este antecedente personal entonces agregaba al paseo una cuota de curiosidad por saber cómo habían sido transformado esas instalaciones.
Debo admitir que lo más sorprendente de la visita a Tecnópolis fue, justamente, la extraña sensación que generó estar veinticinco años después en esos terrenos en donde transcurrió un año completo de mi vida. Una rara mezcla compuesta por la curiosidad inicial y el asombro por reconocer con certeza -gracias a los árboles sobrevivientes- los lugares de las viejas locaciones. Y por último, lo más sorpresivo: un inesperado sentimiento de nostalgia. Realmente, vivir esa sensación no estaba en mis planes y fue así que durante un par de días el asunto siguió dando vueltas por mi cabeza.
Me sentía bastante confundido. La "colimba" me sacó de un trabajo en el que ya me había consolidado. Puso una pausa a la continuidad de mis estudios universitarios. Me alejó de mi familia, mi novia y mis amigos. Más allá del buen recuerdo que conservo de la mayoría de los muchachos con quienes compartimos aquellos días, la pregunta era ¿qué nostalgia podría haber sentido?.
Colimbas (conscriptos) camuflados
(¡No son carpintadas!)
Tecnópolis/Villa Martelli (1986)
Creo que la respuesta está en que subestimé el valor de las experiencias -malas o buenas- y lo que construyen en nuestras vidas. Recuerdo que cuando comencé la colimba me propuse firmamente que no sea un año de resentimientos sino, por el contrario, de tomar de ese tiempo todo lo positivo que pudiera. No fue fácil, pero lo conseguí. Así fue cómo aprendí a valorar y atesorar los buenos momentos y -cuando la mano viene mal- a saber hacer lo mejor con lo poco bueno que queda. No es poca cosa si puede sostener y fundar para siempre una actitud positiva para vivir la vida.
Ciertamente no siento estar en deuda con el Ejército Argentino por haber adquirido esa experiencia. Pero es evidente que más allá de lo racional, algo en mí guardó secretamente un sentimiento especial por ese lugar que hace 25 años dejó una profunda marca en mi existencia.

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